Angels

viernes, 30 de diciembre de 2011

martes, 27 de diciembre de 2011

NAVIDAD

Ojala pudiésemos meter el espíritu de la Navidad en jarros y abrir uno cada mes del año


¡FELIZ NAVIDAD!

sábado, 24 de diciembre de 2011

Esos días...

Esos días en os que te levantas sin ganas de hacer nada, de decir                   nada, de hablar con nadie.
Esos días e los que te levantas sólo por sacarles una sonrisa a los que más quieres.

domingo, 27 de noviembre de 2011

APRENDER A CRITICAR

Antes de criticar a alguien, deberías ponerte sus zapatos y andar un kilómetro con ellos. 
Así, cuando le critiques, estarás a un kilómetro y tendrás sus zapatos.

sábado, 19 de noviembre de 2011

REGALOS



-Todos los chicos que te quieren te hacen regalos. Yo aún no te he dado nada... como símbolo de mi cariño.
-Hay algo que puedes darme que me haría muy feliz. Regálame un beso.

martes, 8 de noviembre de 2011

Ese alguien especial...

Todos nos enamoramos, todos queremos a alguien, siempre hay alguien a quien adoramos.
Te entran esas ganas de abrazarle, de ponerte lo más cerca posible y no separarte nunca más, porque es lo único en lo que piensas, lo único que te importa en el mundo.
Ya no son tus pies los que te sostienen, sino su presencia y su recuerdo cuando está lejos de ti.
con cada una de sus miradas se cae un trocito de cielo.
Porque todos necesitamos a alguien que de sentido a nuestra vida.
A ese alguien especial.

Io e te tre metri sopra il cielo





Siempre hay un momento en el que el camino se bifurca, cada uno toma una dirección pensando que al final los caminos se volverán a unir. Desde tu camino ves a la otra persona cada vez más pequeña, no pasa nada, estamos hechos el uno para el otro, al final estará ella, pero al final solo ocurre una cosa, llega el puto invierno. Ya no hay vuelta atrás, lo sientes. Y justo entonces intentas recordar en que momento comenzó todo, y descubres que todo empezó antes de lo que pensabas, mucho antes, y es ahí, justo en ese momento, cuando te das cuenta de que las cosas solo ocurren una vez. Y por mucho que te esfuerces ya no volverás a sentir lo mismo, ya nunca tendrás la sensación de estar a tres metros sobre el cielo.

sábado, 15 de octubre de 2011

LA PINTURA BLANCA



Tantas veces me pregunto:
"¿Para qué servirá la pintura blanca?
Si ni siquiera pinta sobre una cartulina negra"
Y mi respuesta siempre es:
"Para ocupar sitio en la caja"

viernes, 14 de octubre de 2011

4 – “Haz lo que creas que debes hacer”


Me desperté con la música de mi móvil. La noche anterior había puesto la alarma para no quedarme dormida.
<<Buenos días, papá>>, fue lo primero que pensé.
Bajé, le di un beso a mi madre y me tomé rápidamente un tazón de cereales con leche.
Subí a mi habitación y cogí el vestido que había sacado por la noche.
Entré en el baño y me duché.
Me alisé el pelo de forma que me llegaba hasta un poco más de la mitad de la espalda. Mi madre siempre insistía en que me lo cortase, pero a mí me gustaba así.
Me puse los zapatos y al entrar el la habitación me di cuenta de que había dejado toda la ropa que me probé encima de la cama, así que la metí toda a mogollón dentro del armario.
Cogí un bolso negro y metí la Black Berry, 15 euros, las llaves y un paquete de clinex.
Fui andando, más bien corriendo hacia la plaza.
Daniel no estaba apoyado en un árbol con su chaqueta de cuero, pero estaba sentado en un banco a la sombra de un árbol, mirando al mar.
Llevaba una camisa de manga corta y unos vaqueros oscuros.
Me acerqué lentamente y me senté a su lado.
Se giró hacia mí y me dedicó una amplia sonrisa. Casi sin querer, las comisuras de mis labios se curvaron devolviéndosela.
  -Bonito, ¿verdad? – dijo refiriéndose al mar.
  -Precioso – contesté - Me trae recuerdos de mi padre – hice un intento de sonrisa, pero no me salió.
Nos quedamos en silencio.
  -Hoy hace un año de su muerte, ¿sabes? – susurré.
Se me saltaron las lágrimas y comencé a sollozar.
  -Oh… yo, esto… lo siento mucho – dijo Daniel intentando calmarme.
  -No pasa… - no pude terminar la frase porque las lágrimas inundaban mis ojos.
Daniel rodeó mis hombros con su brazo y yo apoyé mi cabeza en su hombro.
  -Desahógate, pequeña – murmuró.
Y lloré, lloré por mi padre, por su muerte, porque sabía que no volvería, que se había ido para siempre.
Cuando ya no me quedaban más lágrimas, levanté la cabeza.
  -Gracias, Dani – le dije.
  -No hay de qué – respondió sonriendo.
Se levantó y me tendió la mano.
Se la cogí y me levanté.
  -¿Llevas el bañador? – preguntó aún sonriendo.
  -Sí, siempre lo llevo – contesté.
Y era cierto; en verano, siempre lo llevaba puesto. Precisamente, para ocasiones como esta.
Se me escapó una sonrisa.
  -¿Te apetece darte un baño? – preguntó sonriendo a su vez.
  -Oh, sí, por supuesto – dije quitándome el vestido y lo dejé en la arena junto a las sandalias y la ropa de Daniel
Tiré de él y comencé a correr hacia la orilla.
Llevaba un bañador negro con flores verdes en la pierna derecha.
Mi bikini era amarillo can rayas moradas.
Cogió mi mano y me llevó hasta la orilla.
Cuando mis dedos tocaron el agua me arrepentí de haber dicho que quería bañarme e instintivamente retrocedí unos cuantos pasos.
Pero cuando Daniel me vio, corrió hacia mí y me cogió en brazos.
 -¡No! ¡Espera! – grité – ¡Está hela...! – no me dio tiempo a acabar la frase porque cuando me quise dar cuenta estaba bajo el agua.
Daniel todavía no se había metido, así que empecé a salpicarle mientras me reía a carcajadas.
Él nadó hasta mí y me cogió la mano.  
Con la mano que tenía libre me retiró los mechones queme caían por la cara.
De repente, una ola gigante nos sumergió a los dos bajo el agua de nuevo, pero Daniel no soltó mi mano.
Pasamos un rato saltando olas y después salimos del agua y nos sentamos en la arena, ya que ninguno de los dos llevaba toalla.
Una vez secos, nos pusimos la ropa y subimos al paseo marítimo para dar una vuelta.  
  -¿Qué es lo que más recuerdas de tu padre? – preguntó Daniel de repente.
  -Yo… todo – respondí un poco confusa – Recuerdo todo: los paseos por la plaza, los atardeceres en el paseo marítimo,  las noches en la playa, los desayunos en familia,…
  -¿No tienes ningún recuerdo especial?
Me quité una pequeña  cruz de madera que llevaba en el cuello.
  -Esto era suyo, – dije poniéndola sobre su mano – es muy simple, pero para mi significa mucho – hice una pausa para coger aire porque volvían a saltarse mis lágrimas -. Siempre la llevaba con él, fuese donde fuese. Me la entregó poco antes de morir. Era como parte de él. Para mí es como llevar un trozo de su alma conmigo. Pero no es así, porque ya se ha ido y no volverá.
  -No se ha ido, sigue vivo en tu corazón – dio poniendo una mano sobre mi pecho, justo en el corazón.
  Pero no es justo, ¿por qué él? – dije sollozando -¿Por qué justamente él?
  -Shh… tranquila, - intentó tranquilizarme Daniel – llora si es lo que necesitas.
  -No, no voy a llorar, - me froté los ojos para secarme las lágrimas – tengo que ser fuerte.
  -No, no tienes que ser fuerte – dijo él  - debes ser tú misma. Debes llorar si crees que debes llorar, debes gritar si crees que debes gritar, salta, canta, si es lo que crees que debes hacer.
Me quedé boquiabierta al oír aquello. ¿De veras era eso lo que tenía que hacer?
Bien, pues lo iba a poner en práctica en ese justo momento.
  -¿Puedo hacer una cosa? – le pregunté.
  -Si es lo que crees que debes hacer… - contestó sonriendo.
 - Sí, es exactamente lo que creo que debo hacer – dije sonriendo yo también.
  -Entonces, adelante.
Me acerqué a él y rodeé su cintura con mis brazos. Apoyé la cabeza en su pecho. Al principio le noté un poco confuso. Pero finalmente rodeó mis hombros con sus brazos y apoyó su mejilla sobre mi cabeza.
Notaba en mi oído el latido de su corazón.
De pronto, el sonido de su móvil deshizo nuestro abrazo.
Daniel se separó de mí y cogió el teléfono.
  -¿Diga? – contestó – Sí, ahora voy – y colgó.
Pues sí que había sido larga la conversación.
  -Verás, tengo que irme.
  -Oh, yo también debería irme, – miré el reloj – es la una y media y mi madre ya se estará poniendo histérica.
 -Vale. Ya nos veremos.
  -Hablamos – contesté.
Di media vuelta y eché a andar hacia mi casa.

domingo, 9 de octubre de 2011

Puertas... y llaves

Siempre nos conocimos, siempre fuimos amigos,
pero hasta ese momento...
no supe cuanto se puede llegar a querer a alguien.


Porque con aquella simple caricia, con aquel simple beso,
tu me abriste una pueta que todo el mundo debe poder abrir,
esa de la que sólo la persona a la que más amas posee la llave,
esa llave que sólo tú posees.



 La puerta del alma y la del corazón.

sábado, 8 de octubre de 2011

viernes, 7 de octubre de 2011

3 - Castigada

Llegamos al parque donde Soffie iba a jugar casi todos los días y allí me encontré con Emily, mi mejor amiga.
Estaba con su novio y otros amigos.
Se levantó y vino corriendo hacia mí.
Le dije a Soffie que se fuera a jugar un rato a los columpios.
Emily me dio dos besos y yo le di un abrazo.
  -Llamé a tu casa esta mañana, – dijo – pero tu madre me dijo que te había castigado una semana sin salir.
  -Sí, una mierda.
  -¿Dónde fuiste anoche? – preguntó con curiosidad.
  -Ah, - contesté – me senté en la playa y entonces... alguien se sentó a mi lado.
  -¿Qué? – chilló - ¿Quién? ¿Cómo es? ¿Está bueno?
  -Es moreno..., ojos azules. Se llama Daniel y tiene 19 años. Y la gustan mis ojos – expliqué.
  -¿Daniel? – preguntó sorprendida - ¿Uno alto, delgado y guapísimo?
  -Mmm... ¡sí! – chillé.
  -¿Sabes quién es? – preguntó Emily.
  -¿Cómo? ¿Quién es? – pregunté un poco sorprendida.
  -¿Te acuerdas de cuando estábamos en segundo? Había un chico en cuarto, Daniel Smith, todas estábamos coladitas por él hasta los huesos.
  -No me lo puedo creer – dije estupafecta – No puede ser verdad. ¿Es él?
  -¡Sí! – gritó Emily entusiasmada – Creo.
Nos pusimos las dos a saltar como estúpidas y cuando paramos alguien llamó a Emily.
  -¡Em! Vamos a la playa – era su novio.
  -Me tengo que ir – dijo Emily.
Adiós, Em – me despedí.
Me dio un beso en la mejilla y salió corriendo.
Llamé a Soffie y nos dirigimos a la panadería.
Íbamos hablando de Pocoyo, los dibujos favoritos de mi hermana, cuando alguien puso su mano sobre mi hombro. Me di la vuelta y…
  -¡Joel! – casi grité - ¿No te ibas a Roma?
  -Sí, pero me voy mañana, y tengo que aprovechar mis días aquí.
Solté una carcajada.
  -¿Qué tal todo? – me preguntó.
  -Vamos a por el pan –contesté.
  -Hola, Soffie – dijo Joel volviéndose hacia mi hermana.
  -Hola – respondió mi hermana con su vocecilla.
Joel soltó una pequeña carcajada.
  -Bueno, me voy a la playa he quedado con Emily y con los demás – dijo volviéndose hacia mí - ¿Por qué no vienes?
  -Está castigada – dijo Soffie antes de que yo pudiese abrir la boca para contestarle.
  -Ah, vale – dijo Joel – Nos vemos.
  -Ya hablaremos – me despedí.
Cuando Joel se fue seguimos andando, esta vez en silencio.
Nos cruzamos con varios conocidos de mi madre y los saludamos a todos educadamente.
Cuando por fin llegamos a la panadería y estábamos a punto de entrar, nos encontramos con una amiga de mi madre que nos contó su vida entera en unos… mmm… ¿ocho minutos?
Y, por fin, conseguimos comprar una maldita barra de pan.
Cuando íbamos a salir de la tienda me fijé en la fecha del periódico que llevaba un señor en la mano: 24 de julio. Hice unos cálculos… ¿qué? ¿Sólo ocho días? Era imposible. Dentro de ocho días hacía un año de la muerte de mi padre. ¿Un año? ¡Qué rápido pasa el tiempo!
Se me había pasado el año volando.
El camino de vuelta a casa fue bastante más corto. Nadie nos hizo pararnos a hablar de nada. Sólo hubo un problema: me estaba meando.
Llegamos a casa y subí corriendo al baño sin ni siquiera saludar a mi madre.
Cuando salí me fui a mi habitación y me tiré en la cama con el libro de Romeo y Julieta.

<< ¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! Y vosotros, ¡oh, labios!, puertas de aliento, sellad con un legítimo beso un trato perpetuo con la ávida muerte. ¡Ven, amargo conductor! ¡Ven, áspero guía! ¡Temerario piloto! ¡Lanza tu zarandeado navío contra la roca implacable! ¡Brindo por mi amor! ¡Oh, leal boticario! Tus drogas son rápidas. Con un beso, muero. >>

Esos eran mis versos favoritos del libro

Al rato oí la voz de mi madre:
  -¡A comeeeer!
Me cambié rápidamente de ropa y bajé a comer.
Cuando terminamos, subí a mi habitación y encendí el portátil.
Sólo Emily estaba conectada.
Me contó su plan de vacaciones y el de los demás.
Fue breve, porque se iba con su novio otra vez.
Emily se iba mañana a Atenas.
Mario se iba a Irlanda a estudiar inglés.
Laura se iba a Mallorca a visitar a sus abuelos.
Y yo me quedaba sola.
Bueno, estaba Daniel, pero no se conectó en toda la tarde así que… estaba totalmente sola.
La tarde pasó lenta, muy lentamente y después de cenar estuve viendo una película con mi madre.
Cuando acabó me fui a la cama directamente.
La semana de castigo fue un auténtico rollo.
Todas las mañanas hacía lo mismo, dormir e ir a por el pan; y por las tardes, abría el correo, pero como nadie  se conectaba ningún día, me bajaba con mi madre a ver la televisión.
Sólo el último día había alguien conectado.
Era Daniel, que no había dado señales de vida durante toda la semana.

<<Dani dice:
Hola Rose
  Rose dice:
Hola
  Dani dice.
¿Qué tal?
  Rose dice:
Castigada
  Dani dice:
¿Todavía estás castigada?
  Rose dice:
Hoy es el último día… :)
  Dani dice:
Genial
  Rose dice:
Genial, sí
  Dani dice:
¿Puedes quedar mañana?>>

¿Daniel Smith estaba quedando conmigo?
Lo pensé un momento. 1 de agosto: aniversario de la muerte de papá.  Había una misa a las siete y media.

<<Rose dice:
Sólo por la mañana
  Dani dice:
Vale, ¿a las once y media en la plaza?
  Rose dice:
Sí, genial
  Dani dice:
Mañana nos vemos
  Rose dice:
Hasta mañana >>

Al principio pensé que estaba soñando. Leí de nuevo la conversación para asegurarme de que no me lo había imaginado y luego, por si acaso, me pellizqué el brazo.
Me tumbeé en la cama e maginé a Daniel, con su chaqueta de cuero negra, apoyado en un árbol, esperándome en la plaza. Sonreí.
  -¡La cena está lista! – la voz de mi madre me sacó de mi ensoñación.
Bajé y me senté en la mesa.
  -Mamá, mañana he quedado a las once y media – dije.
 -Recuerda que a las siete y media tenemos la misa.
  -Lo sé – contesté.
Cuando terminamos de cenar, subí a mi habitación y me probé la mitad de la ropa de mi armario, para ver lo que me ponía al día siguiente.
Al final me decidí por un vestido naranja de tirantes y unas sandalias blancas.
Después me fui a la cama pensando en lo que me esperaba al día siguiente.

jueves, 29 de septiembre de 2011

PIEDRAS

Si alguien pone piedras en tu camino...


¡intenta construir algo bonito con ella!

2 "Me encantan tus ojos"

  -Rosalie Standford, siéntese en esa silla ahora mismo – dijo muy seria.
  -Hola, mamá – contesté haciendo lo que me decía.
  -¿Sabes que hora es? – preguntó.
  -Pero es que yo... – empecé a decir.
  -No hay peros que valgan. Es la una de la madrugada – dijo con tono cortante.
  -Sí, pero yo... – intenté decir otra vez.
  -Una semana sin salir y a tu habitación ahora mismo.
  -Sí, mamá – contesté.
Me levanté y subí a mi habitación. Me puse el pijama y saqué la chaqueta de Daniel del bolso. La colgué en el armario con toda mi ropa.
Cogí el portátil y me senté en la cama.
Al final no había sido tan malo. Seguía teniendo mi Black Berry, y mi portátil. Sólo una semana sin salir; podría soportarlo.
Abrí el correo y agregué a Daniel.
Miré los correos que tenía y cuando iba a apagar el ordenador, alguien me habló por chat.
<<Dani dice:
¡Hola!
   Rose dice:
Hola. Tengo tu chaqueta.
   Daniel dice:
Ya, no importa, ya me la darás.
   Rose dice:
Sí, sólo tengo un problema.
   Dani dice:
¿Qué pasa?
   Rose dice:
Mmm... una semana sin salir de casa.
   Dani dice:
Oh, oh. Si que tienes un problema.
   Rose dice:
Bueno, al menos no me han dejado sin ordenador. :)
   Dani dice:
Algo es algo. Jejeje.
   Rose dice:
Sí, es verdad. Bueno, Dani, ¿qué te cuentas?
   Dani dice:
Estoy deseando verte otra vez. >>

Yo también, pensé. Pero no llegué a escribirlo.

<<Rose dice:
¿De veras?
   Dani dice:
Sí, eres bastante interesante.
   Rose dice:
¿Con que interesante, eh? ¿Vas a escribir sobre mí en el periódico o qué?
   Dani dice:
No me refería a eso. Eres guapa, lista, pelo castaño, ojos verdes... :)
   Rose dice:
Ah, ya, eso
   Dani dice:
Por cierto, me encantan tus ojos. >>

Tardé un momento en responder a eso.
Pensé en sus ojos azules, del color del mar y suspiré.

<<Rose dice:
Y a mí los tuyos.
   Dani dice:
Gracias, Rose.
   Rose dice:
De nada>>

 -¡Rosalie! ¡A dormir ahora mismo! - gritó mi madre desde el otro lado de la puerta.
  -¡Ya voy, mamá! – contesté.

<<Rose dice:
Tengo otro problema
   Dani dice:
La chica problemática, jajaja. ¿Qué ocurre esta vez?
   Rose dice:
Hay un sargento al otro lado de mi puerta dispuesto a tirar la pared abajo si hace falta para que me acueste.
   Dani dice:
Eso si que es un problema.
   Rose dice:
Lo sé, pero… ¡qué se le va a hacer! :)
   Dani dice:
Buenas noches.
   Rose dice:
¡Nos vemos!
   Dani dice:
¡Dulces sueños!>>

Y se desconectó.
Apagué el ordenador y me tumbé sobre las sábanas. Hacía demasiado calor como para taparme.
Y, sí, tuve dulces sueños.

<< Volaba junto a mi padre, él me llevaba de la mano. Pero, de repente, se desvaneció en el aire y yo me quedé sola.
Estuve esperando y, entonces, vi que una figura se acercaba hacia mí; pero sus ojos no eran verdes, como los de mi padre, sino verdes.
Era Daniel quien venía hacia mí y se paraba a mi lado.
Entonces, me cogía la mano y, poco a poco su rostro se acercaba al mío y… >>
   
  -¡Rosalie! – gritó mi madre desde el piso de abajo - ¡Baja aquí ahora mismo!
Miré el reloj de la mesilla: las once y media.
  -¡Ya voy! – me levanté y bajé corriendo a la cocina.
Me encontré a mi madre e el centro de la habitación con los brazos en jarras.
  -¿Qué pasa, mamá? – pregunté frotándome los ojos.
  -Nada, sólo hay un chico en la puerta de mi casa que dice ser amigo tuyo – contestó – pero, que yo no había visto nunca por aquí.
  -Iré a ver quien es.
Accedió y me dirigí a la puerta de la entrada.
¿Quién podía ser? Mi madre conocía a todos mis amigos, excepto a… ¡No! ¡No podía ser!
Me di cuenta de las pintas que llevaba cuando ya había abierto la puerta. Subí la mirada y me encontré con los mismos ojos azules de mi sueño.
  -Eh… hola – dije tímidamente.
  -Hola, Rose – dijo Daniel.
  -¿Qué haces aquí? – pregunté mientras me retiraba los mechones de pelo que me caían por la cara.
   -Esto… tienes mi chaqueta, ¿recuerdas?
  -Oh, claro, pasa – dije retirándome de la entrada – Espera un momento, ahora mismo te la bajo.
  -Vale – contestó Daniel entrando en el salón.
Subí a mi habitación y cogí la chaqueta.
Antes de bajar, entré n el baño y me peiné un poco. Cuando bajé las escaleras me encontré con la furiosa mirada de mi madre que, por supuesto, se había fijado en la chaqueta que llevaba en la mano.
  -Ahora te lo explico – dije rápidamente y salí pitando hacia el salón.
Daniel estaba al lado del piano que mis padres me compraron cuando iba a clases de música.
Nunca llegué a acabar todos los cursos, pero sabía tocar algunas canciones.
  -¿Te gusta? – pregunté.
  -¿Qué? – dijo sobresaltado – Ah, si,… ¿sabes tocar?
  -Bueno, sólo algunas canciones – respondí - ¿Y tú?
  -Lo toco desde los seis años – dijo sonriente.
  -Ah - ¿desde los seis años? – aquí tienes tu chaqueta. Gracias por dejármela – dije entregándosela.
  -De nada – respondió él.
  -Bueno, ya hablaremos – dije.
  -Esto… sí, claro.
  -¿Me das tu número? Por ahora no me ha castigado sin ordenador y sin móvil, pero no dudo que ocurra en breve.
  -Sí, déjame tú móvil.
  -Sí, y tú el tuyo – dije.
Le di mi Black Berry negra y él me dio una blanca.
Los dos sonreímos.
Escribí mi número y él me escribió a mí el suyo.
Nos volvimos a cambiar los teléfonos y le acompañé hasta la puerta.
  -Hasta otra – dijo él.
  -Adiós, Dani.
Cerré la puerta y suspiré porque ya sabía lo que me esperaba ahora.
  -¿Y bien? – preguntó mi madre.
  -Sólo es un amigo – contesté.
  -Sí, ya. Yeso explica lo da la chaqueta, ¿no?
  -Verás, es que tenía frío y él… me la dejó – y era cierto.
  -Estabas con él, ¿verdad?
  -¿Qué? – dije asombrada.
  -Ayer por la noche, – contestó ella - ¿estabas con él?
  -¿Y eso qué más…? – comencé a decir.
  -¿Sí o no? – casi chilló.
  -¡Sí! – grité - ¿Y qué? ¡Es mi amigo!
  -¿Qué pasa? – era la vocecilla de Soffie. Estaba en el primer escalón con su peluche favorito en brazos.
  -No pasa nada, Soffie – dije con voz suave.
Me acerqué a ella y la cogí en brazos.
  -Ven, vamos a vestirnos.
Llegamos a su habitación y abrí el armario.
Saqué un vestido rojo con florecitas blancas y se lo puse.
Fuimos al baño y le recogí el pelo en dos coletitas.
  -Estás guapísima – dije sonriendo.
  -¿y tú por que no te vistes? – preguntó.
  -Ahora voy, - respondí - ¿me acompañas?
  -Sí – contestó Soffie.
Llegamos a mi habitación y senté a mi hermana en la cama.
Saqué una falda negra y una camiseta amarilla de tirantes del armario.
Entré corriendo en el baño y me di una ducha rápida.
Me vestí y volví a l habitación.
Soffie seguía exactamente en el mismo sitio en el que la había dejado, sentada sobre mi cama.
  -¡Estás muy guapa! – dijo mirando mi ropa.
  -Gracias, pero no tanto como tú.
Volví a abrir el armario y saqué unas Victoria del mismo color que la camiseta.
  -Espera aquí – le dije a mi hermana.
Corrí a mi habitación y saqué del armario un par de manoletinas blancas.
Volví a mi habitación y, después de ponerme mis zapatos, le puse a Soffie las manoletinas.
  -Ahora sí que estás guapa – dije.
  -Gracias – contestó con un hilo de voz.
La cogí en brazos y bajamos corriendo las escaleras.
  -Mamá – dije – vamos a por el pan.
Comprobé que llevaba las llaves, el dinero y, por supuesto, la Black Berry en el bolsillo.
Bajé a mi hermana al suelo y la cogí de la mano.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

PONTE EN SU LUGAR

Antes de criticar a alguien
deberías ponerte en su lugar 
y andar un kilómetro con sus zapatos.
Así, cuando le critiques,
estarás a un kilómetro y tendrás sus zapatos.

martes, 27 de septiembre de 2011

BESOS

-Toma, tu regalo
-¿Me regalas una caja vacía?
-No está vacía, mira bien
-Yo no veo nada dentro
-Cada vez que me pasaba algo bueno, ponía un beso dentro de esta caja.
Pero para verlos, debes mirar con el corazón




domingo, 25 de septiembre de 2011

IMAGINE - JOHN LENNON

Imagine there's no heaven
It's easy if you try
No hell below us
Above us only sky
 

Imagine all the people
Living for today...
 

Imagine there's no countries
It isn't hard to do
Nothing to kill or die for
And no religion too
 

Imagine all the people
Living life in peace...

You may say I'm a dreamer
But I'm not the only one
I hope someday you'll join us
And the world will be as one

Imagine no possessions
I wonder if you can
No need for greed or hunger
A brotherhood of man
 

Imagine all the people
Sharing all the world...

You may say I'm a dreamer
But I'm not the only one
I hope someday you'll join us
And the world will be as one

sábado, 24 de septiembre de 2011

IMPOSSIBLE IS NOTHING

Imposible es sólo una gran palabra
utilizada por hombres débiles
que encuentran más fácil vivir en el mundo que se les ha sido dado 
que explorar el poder que tienen para cambiarlo.
Imposible no es un hecho, es una opinión.
Imposible no es una declaración, es un reto.
Imposible es potencial, imposible es transitorio.

IMPOSSIBLE IS NOTHING

viernes, 23 de septiembre de 2011

GLADIATOR


-Cómodo: ¿Por qué el héroe no se descubre y nos revela su nombre?, ¿tendrás un nombre?                              
-Máximo: Mi nombre es gladiador.      
-Cómodo: ¿Como osas darme la espalda?, esclavo, te ordeno que te descubras y me digas tu nombre.     
-Máximo: Me llamo Máximo Décimo Meridio, comandante de los ejércitos del norte, general de las legiones Félix, fiel servidor del verdadero emperador Marco Aurelio, padre de un hijo asesinado, marido de una mujer asesinada, y alcanzaré mi venganza en esta vida o en la otra.

BELLEZA

 Aunque le arranques todos sus pétalos, 
nunca quitarás su belleza a una flor

jueves, 22 de septiembre de 2011

1 Libertad = volar = sueño

Estuve un rato observando como las olas rompían contra las rocas del puerto.
Luego me tumbé boca arriba y contemplé un cielo sin lunas repleto de estrellas.
Estaba a punto de marcharse, pero cuando me incorporé noté que alguien se sentaba a mi lado.
Me giré y descubrí a un chico moreno con los ojos del color del mar.
  -Hola. – dijo – Me llamo Daniel.
  -Hola. – contesté – Yo soy Rosalie, pero me puedes llamar Rose.
  -¿Qué haces aquí sola a estas horas? – preguntó.
  -Bueno, salí a dar una vuelta con unos amigos y cuando ellos se fueron… bueno, me quedé aquí sentada. – expliqué - ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?
  - Verás, no tenía sueño, así que hice una pequeña escarpada nocturna – respondió él.
  -No recuerdo haberte visto por aquí últimamente. – comenté.
Porque si hubiera sido así me acordaría, pensé para mis adentros.
  -Vivo a las afueras.
Hobo un momento de silencio y los dos nos quedamos mirando el horizonte.
  -Es precioso, ¿verdad? - se me ocurrió preguntar.
  -Si, es precioso, inmenso, grandioso, hermoso, especial,… es el océano. – dijo suspirando.
  -De niña, me pasaba las horas muertas aquí con mi padre. – le conté a Daniel – Él me cotaba historias sobre el mar y leyendas sobre las constelaciones. Ahora no suelo venir mucho por aquí. – dije conteniendo las lágrimas – Desde que mi padre se fue.
  - ¿Dónde se fue tu padre? – preguntó.
  -Él murió hace dos años. – mis ojos se inundaron de lágrimas.
  -Oh, lo… lo siento mucho. – de disculpó – Tenía que haberme callado. Lo siento. – volvió a decir.
  - No importa, – dije secándome las lágrimas – ya va siendo hora de que me acostumbre.
Se acercó un poco más y posó su mano sobre la mía.
Tenía la piel muy cálida, al contrario que la mía. Daniel se dio cuenta y susurró:
  -Está helada.
Se quitó la chaqueta y la puso sobre mis hombros.
No me vino nada mal, ya que llevaba un vestido de tirantes.
  -Gracias – dije dedicándole una sonrisa.
Me la devolvió guiñándome un ojo.
Entonces puso las manos sobre sus rodillas y pude ver que n la derecha llevaba un objeto metálico.
  -¿Qué es eso? – pregunté señalándolo.
  -Oh, esto… es una armónica. – contestó alzando la mano.
  -¿Sabes tocar? – pregunté.
  -Si, bueno, sólo un par de canciones.
  -Toca algo. – le pedí.
  - Esto… - dijo algo confuso – vale, pero no te esperes nada.
Le sonreí y él comenzó a tocar.
Era una melodía lenta, pero era muy bonita.
Durante lo que duró la canción, me tumbé otra vez y contemplé el cielo, pensé que mi padre estaba allí arriba, mirándome, pensando en mí igual que yo pensaba en él.
Cuando Daniel acabó de tocar se tumbó junto a mí.
  -¡Guau! – Eres bueno, Daniel.
  -Dani. – dijo con tono cortante – llámame Dani.
  -Vale, eres realmente bueno Dani – y era cierto, tocaba genial.
  -Gracias, Rose. – respondió.
Hobo otro rato de silencio y esta vez fue él quien lo rompió.
  -A veces, - comenzó - desearía poder estar allí arriba, volando junto a los pájaros y sentirme…
  -…libre. – continué yo – Sentir que eres libre de hacer lo que quieras, dejar que el viento arrastre tu cuerpo entre las nubes y poder ver las estrellas un poco más cerca, hablar con la luna, y decirle que gracias a ella para ti no existe la oscuridad sólo la luz y que si necesitas hablar con alguien, ella siempre está allí, aunque a veces no puedas verla.
  - Vaya – comentó Dani algo asombrado por mi “discurso” - ¿Cuántos años tienes, Rose?
  -¿Qué? - ¿a qué venía eso ahora? – 17, ¿por qué?
  - Curiosidad. – dijo sonriendo.
  -Vamos, ¿qué te pasa? ¿Cuántos tienes tú?
  - 19 – contestó con otra sonrisa.
  -¿Qué ocurre? ¿Tanta gracia tiene?
  -Es que sólo tienes 17 años y… - comenzó a explicar - ¿en serio quieres volar? – preguntó cambiando de tema de repente.
Asentí tímidamente y él volvió a sonreír.
  -Ya, querer volar es una tontería – comenté
  -No, en realidad, – explicó - querer volar es un sueño. De hecho, yo también quiero volar.
<<Piiiiiii>>, la alarma del reloj marcó la una.
  -¡Oh! – exclamé mirando el reloj – Es la una de la madrugada. Debería estar en casa hace una hora y media.
  -Vamos, - dijo Dani levantándose – te acompañaré.
Me tendió la meno para ayudar a levantarme y yo se la cogí.
Me sacudí el vestido color celeste para quitarme la arena y comenzamos a andar hacia mi casa.
Fuimos todo el camino en silencio.
Cuando llegamos, me detuve delante de la puerta.
  -¿Te veré por aquí? – pregunté.
  -Eso espero – contestó sonriente – Esto… ¿me des tu correo?
  -Sí, claro, dame el tuyo y te agrego yo también.
Cogí un papel del bolso y escribí mi correo:


Rose ­_love@hotmail.com



Le di otro papel y él me escribió el suyo:


     Daniangel@hotmail.com



Cuando leí el trozo de papel que me entregó me fijé en que su caligrafía era perfecta, al contrario que la mía.
Le di el mío y, en silencio, abrí la puerta de mi casa.
  -Nos vemos. – me dijo.
  -Adiós, Dani. – me despedí.
Se dio la vuelta y comenzó a andar por la calle hacia la derecha.
Le observé hasta que dobló la esquina y entonces me di cuenta de que llevaba puesta su chaqueta de cuero negra.
¡Mierda! Me la quité rápidamente y la metí en al bolso.
Como la viese mi madre…
Me quité los tacones y entré de puntillas en casa, pero cuando iba a subir las escaleras, mi madre encendió la luz del salón.