Angels

viernes, 7 de octubre de 2011

3 - Castigada

Llegamos al parque donde Soffie iba a jugar casi todos los días y allí me encontré con Emily, mi mejor amiga.
Estaba con su novio y otros amigos.
Se levantó y vino corriendo hacia mí.
Le dije a Soffie que se fuera a jugar un rato a los columpios.
Emily me dio dos besos y yo le di un abrazo.
  -Llamé a tu casa esta mañana, – dijo – pero tu madre me dijo que te había castigado una semana sin salir.
  -Sí, una mierda.
  -¿Dónde fuiste anoche? – preguntó con curiosidad.
  -Ah, - contesté – me senté en la playa y entonces... alguien se sentó a mi lado.
  -¿Qué? – chilló - ¿Quién? ¿Cómo es? ¿Está bueno?
  -Es moreno..., ojos azules. Se llama Daniel y tiene 19 años. Y la gustan mis ojos – expliqué.
  -¿Daniel? – preguntó sorprendida - ¿Uno alto, delgado y guapísimo?
  -Mmm... ¡sí! – chillé.
  -¿Sabes quién es? – preguntó Emily.
  -¿Cómo? ¿Quién es? – pregunté un poco sorprendida.
  -¿Te acuerdas de cuando estábamos en segundo? Había un chico en cuarto, Daniel Smith, todas estábamos coladitas por él hasta los huesos.
  -No me lo puedo creer – dije estupafecta – No puede ser verdad. ¿Es él?
  -¡Sí! – gritó Emily entusiasmada – Creo.
Nos pusimos las dos a saltar como estúpidas y cuando paramos alguien llamó a Emily.
  -¡Em! Vamos a la playa – era su novio.
  -Me tengo que ir – dijo Emily.
Adiós, Em – me despedí.
Me dio un beso en la mejilla y salió corriendo.
Llamé a Soffie y nos dirigimos a la panadería.
Íbamos hablando de Pocoyo, los dibujos favoritos de mi hermana, cuando alguien puso su mano sobre mi hombro. Me di la vuelta y…
  -¡Joel! – casi grité - ¿No te ibas a Roma?
  -Sí, pero me voy mañana, y tengo que aprovechar mis días aquí.
Solté una carcajada.
  -¿Qué tal todo? – me preguntó.
  -Vamos a por el pan –contesté.
  -Hola, Soffie – dijo Joel volviéndose hacia mi hermana.
  -Hola – respondió mi hermana con su vocecilla.
Joel soltó una pequeña carcajada.
  -Bueno, me voy a la playa he quedado con Emily y con los demás – dijo volviéndose hacia mí - ¿Por qué no vienes?
  -Está castigada – dijo Soffie antes de que yo pudiese abrir la boca para contestarle.
  -Ah, vale – dijo Joel – Nos vemos.
  -Ya hablaremos – me despedí.
Cuando Joel se fue seguimos andando, esta vez en silencio.
Nos cruzamos con varios conocidos de mi madre y los saludamos a todos educadamente.
Cuando por fin llegamos a la panadería y estábamos a punto de entrar, nos encontramos con una amiga de mi madre que nos contó su vida entera en unos… mmm… ¿ocho minutos?
Y, por fin, conseguimos comprar una maldita barra de pan.
Cuando íbamos a salir de la tienda me fijé en la fecha del periódico que llevaba un señor en la mano: 24 de julio. Hice unos cálculos… ¿qué? ¿Sólo ocho días? Era imposible. Dentro de ocho días hacía un año de la muerte de mi padre. ¿Un año? ¡Qué rápido pasa el tiempo!
Se me había pasado el año volando.
El camino de vuelta a casa fue bastante más corto. Nadie nos hizo pararnos a hablar de nada. Sólo hubo un problema: me estaba meando.
Llegamos a casa y subí corriendo al baño sin ni siquiera saludar a mi madre.
Cuando salí me fui a mi habitación y me tiré en la cama con el libro de Romeo y Julieta.

<< ¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! Y vosotros, ¡oh, labios!, puertas de aliento, sellad con un legítimo beso un trato perpetuo con la ávida muerte. ¡Ven, amargo conductor! ¡Ven, áspero guía! ¡Temerario piloto! ¡Lanza tu zarandeado navío contra la roca implacable! ¡Brindo por mi amor! ¡Oh, leal boticario! Tus drogas son rápidas. Con un beso, muero. >>

Esos eran mis versos favoritos del libro

Al rato oí la voz de mi madre:
  -¡A comeeeer!
Me cambié rápidamente de ropa y bajé a comer.
Cuando terminamos, subí a mi habitación y encendí el portátil.
Sólo Emily estaba conectada.
Me contó su plan de vacaciones y el de los demás.
Fue breve, porque se iba con su novio otra vez.
Emily se iba mañana a Atenas.
Mario se iba a Irlanda a estudiar inglés.
Laura se iba a Mallorca a visitar a sus abuelos.
Y yo me quedaba sola.
Bueno, estaba Daniel, pero no se conectó en toda la tarde así que… estaba totalmente sola.
La tarde pasó lenta, muy lentamente y después de cenar estuve viendo una película con mi madre.
Cuando acabó me fui a la cama directamente.
La semana de castigo fue un auténtico rollo.
Todas las mañanas hacía lo mismo, dormir e ir a por el pan; y por las tardes, abría el correo, pero como nadie  se conectaba ningún día, me bajaba con mi madre a ver la televisión.
Sólo el último día había alguien conectado.
Era Daniel, que no había dado señales de vida durante toda la semana.

<<Dani dice:
Hola Rose
  Rose dice:
Hola
  Dani dice.
¿Qué tal?
  Rose dice:
Castigada
  Dani dice:
¿Todavía estás castigada?
  Rose dice:
Hoy es el último día… :)
  Dani dice:
Genial
  Rose dice:
Genial, sí
  Dani dice:
¿Puedes quedar mañana?>>

¿Daniel Smith estaba quedando conmigo?
Lo pensé un momento. 1 de agosto: aniversario de la muerte de papá.  Había una misa a las siete y media.

<<Rose dice:
Sólo por la mañana
  Dani dice:
Vale, ¿a las once y media en la plaza?
  Rose dice:
Sí, genial
  Dani dice:
Mañana nos vemos
  Rose dice:
Hasta mañana >>

Al principio pensé que estaba soñando. Leí de nuevo la conversación para asegurarme de que no me lo había imaginado y luego, por si acaso, me pellizqué el brazo.
Me tumbeé en la cama e maginé a Daniel, con su chaqueta de cuero negra, apoyado en un árbol, esperándome en la plaza. Sonreí.
  -¡La cena está lista! – la voz de mi madre me sacó de mi ensoñación.
Bajé y me senté en la mesa.
  -Mamá, mañana he quedado a las once y media – dije.
 -Recuerda que a las siete y media tenemos la misa.
  -Lo sé – contesté.
Cuando terminamos de cenar, subí a mi habitación y me probé la mitad de la ropa de mi armario, para ver lo que me ponía al día siguiente.
Al final me decidí por un vestido naranja de tirantes y unas sandalias blancas.
Después me fui a la cama pensando en lo que me esperaba al día siguiente.