Angels

viernes, 13 de enero de 2012

5 - “Sólo las personas especiales pueden ver cosas especiales”

Cuando llegué a casa, Soffie corrió hacia mí y yo la achuché entre mis brazos.
Le di un beso en la mejilla y ella me lo devolvió.
Comimos huevos y patatas fritas, la comida favorita de mi padre y, ahora, la mía.
No pude terminar de comer porque de repente me eché a llorar y subí corriendo a mi habitación sin dar explicación alguna.
Me tumbé en la cama y estuve toda la tarde llorando. Mi madre intentó entrar para hablar conmigo un par de veces, pero le pedí que se fuera.
A las seis y media encendí el ordenador e imprimí el discurso que había escrito algunos días atrás para leer durante la misa de esa tarde.
Me puse unos vaqueros largos negros y una camisa blanca. Escogí unas manoletinas blancas del armario de los zapatos.
A las siete y cuarto salimos de casa.
Fuimos en el Seat Ibiza negro de mi madre.
Nos sentamos en el primer banco de la iglesia.
No estuve atenta en la mayor parte de la misa.
  -Vamos, – me dijo en un momento mi madre – es tu turno.
Saqué la hoja del bolso, me levanté y me coloqué detrás del micrófono.
Me froté los ojos llorosos antes de comenzar.
  -Papá, se que estás ahí, que me estás escuchando, que no te has ido, al menos, no del todo, y que jamás te irás.
>>Porque sé que siempre estarás vivo, aquí dentro, - me señalé el corazón – en mi corazón. Siempre estarás vivo en el corazón de cada una de las personas que te quieren.
>>Muchas veces me pregunto: ¿por qué tú? ¿Por qué tú y no cualquier otro?
>>Y mi respuesta es siempre “No lo sé”. Y es verdad, porque no tengo ni la menor idea. Supongo que al final nos daremos cuenta de por qué fue así y no de cualquier otra forma, por qué tú y no cualquier otra persona.
>>¿Y sabes qué papá? Que no volveré a hacerme esas preguntas. Lo que haré a partir de ahora será seguir adelante que debo decir, hacer lo que crea que deba hacer, decir lo que crea que deba decir.
>>Y esto es lo que creo que debo decir: Te quiero, papá. Estés donde estés, te quiero; estés con quien estés, te quiero, me veas o no me veas, me oigas o no me oigas, te quiero, papá, siempre ocuparás un hueco en mi corazón; siempre has estado ahí, y siempre lo estarás. Porque jamás moriste del todo y jamás lo harás.
>>Siempre estarás vivo en mi corazón.
>>Te he querido siempre, te quiero ahora y siempre te querré, papá.
De repente, reparé en una persona que había sentada en el último banco.
Era un chico, Daniel. Al momento, me di cuenta de un detalle en el que no había caído. De su espalda sobresalían dos enormes alas negras.
Pestañeé para asegurarme de lo que acababa de ver.
Ahora no tenía alas y estaba sonriendo; me estaba sonriendo , así que le devolví la sonrisa un poco confusa.
Toda la gente que había en la iglesia estalló en aplausos cuando terminé de leer. Bueno, en realidad, no había estado leyendo. La mitad del discurso me la había inventado sobre la marcha.
Bajé del altar y me volví a sentar en el banco junto a mi madre.
Cuando los aplausos cesaron, el cura continuó con la misa.
Y esta vez si que no escuché nada de lo que dijo, porque solamente podía pensar en lo que había visto antes.
Era Daniel, de eso estaba segura.
Pero ¿con alas?, ¿con alas negras?
¿Quién era? O, ¿qué era?
En ese momento creí que estaba empezando a volverme loca.
Cuando la misa acabó fui corriendo hasta el último banco, donde Daniel ya se levantaba para marcharse.
  -¡Espera! – exclamé.
  -Hola, Rose – saludó – bonito discurso.
  -Gracias – respondí
  -¿Qué te pasa? – preguntó Daniel – Pareces algo nerviosa. Una cosa, antes de que se me olvide, – metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó la cruz de mi padre – se me olvidó devolvértela.
Me llevé la mano al cuello. ¿Cómo podía haber sido tan tonta como para olvidarme de ella?
 -Gracias por traérmala.
 -De nada. - sonrió - Bueno, ¿qué querías?
 -Es que... antes... he visto... bueno, tú tenías - me señalé la espalda - dos...
 - Vamos, suéltalo ya - dijo impaciente.
 - Tenías alas, enormes, y eran negras. - dije por fin - Pero parecía como so sólo yo las hubiese visto.
Torció el gesto, pero a modo de una media sonrisa.
 -¿Qué? - pregunté algo sorprendida - ¿No me tomas por loca?
 -No - fue su única respuesta. De repente se puso serio.
 -Venga ya, - al ver que no hablaba dije - ¿en serio?
 -Sólo las personas especiales pueden ver cosas especiales.
No me dio tiempo a contestar a eso, porque dio media vuelta y salió de la iglesia.
Me fijé en la forma de moverse que tenía.
Era como una pluma que se deja llevar por el viento.
No recuerdo mucho después de eso.
Sólo que le pedí a mi madre que nos fuéramos a casa. Ella cogió a  Soffie en  brazos y fuimos hasta el coche.
Nada más sentarme en el asiento del copiloto me quedé dormida.
<< Estaba volando, alguien me llevaba entre las nubes.
Miré hacia arriba para ver quien rodeaba mi cintura con sus manos.
Era Daniel, tal y como le había visto en la iglesia. Con alas. Dos inmensas y hermosas alas salían de su espalda.
Dos inmensas y hermosas alas negras.
 - Sólo las personas especiales pueden ver cosas especiales.
No respondí.
Daniel agarró mi cintura con más fuerza y comenzamos a ir más rápido, y más, y más, y más, ... >>
 -Rosalie - la voz de mi madre - hemos llegado.
Al principio me sentí un poco confusa, pero después me acordé de la misa, de la conversación con Daniel y de cuando entramos en el coche de mi madre.
Salí del coche y entré corriendo en casa.
Subí a mi habitación y cogí el portátil. 
Cuando abrí el correo, vi que Emily estaba conectada.

<< Em dice:
¡Hola, Rose!
   Rose dice:
Hola
   Em dice:
¿Qué tal por ahí?
   Rose dice:
Bueno... bastante bien :)
   Em dice:
¿Alguna novedad? >>

Pensé en contarle lo de Daniel, pero no me pareció el momento apropiado.

<< Rose dice:
Mmm... no
   Em dice:
Vale. Oye, tengo que irme. Ya hablaremos
   Rose dice:
Okey. Ya hablaremos
   Em dice: 
Ciao. Te quiero
   Rose dice:
¡Adiós, Em! Tq>>

Fin de la conversación. Pues si que había durado mucho.
Pensé en lo que me había dicho Daniel:
<< Sólo las personas especiales pueden ver cosas especiales >>
¿Tener visiones de un amigo con alas negras era especial?
¿No era más un síntoma de locura suprema?
Y además, ¿no había dicho las personas especiales?
Yo no era muy especial que se dijera.
Yo era Rosalie Standford García, le hija de Arthur Standford y de Rosalie García.
Y mis padres eran normales.
O, al menos, eso creía yo entonces.